ETAPA CON KARINA GONZALEZ ROBLEDANO

Y Mercy Aliaga Valles

Entre Noviembre del 2000 y Diciembre del 2001 realice la venta de mi producto de software con aparente normalidad para lo cual conté con el soporte remunerado de Karina González Robledano y Mercy Aliaga Valles en lo que respecta al Soporte Técnico, al Mantenimiento del software y las actualizaciones.

Inicialmente cuando me separe de Perú Celular S.A. opte por contratar los servicios de Karina Eulalia González Robledano, Mercy Gisella Aliaga Valles y Maidy Ramirez Valle con la pretensión a futuro de consolidar una sociedad que llamaríamos MKM Software por las siglas de los nombres de las tres señoritas, ya que mi deseo fue siempre mantener mi anonimato.

Por esa razón la envié a Karina Gonzalez Robledano a que hiciera una reserva de nombre en la Sunarp por “MKM SOFT S.A.C.” tal y como se acredita en el formulario rellenado de su propia mano y que sirvió en el 2017 para hacerle un peritaje de su escritura.

En el transcurso de dicho periodo me preocupe de establecer contactos comerciales con personas y empresas con afinidad a las comunicaciones o suministradoras de soluciones a fin de convertirlos en canales de distribución del software entre ellos reclute a Julio Javier Oswaldo Campos Bolívar que para aquel entonces mantenía una relación laboral con SUMINISTROS TECNOLOGICOS E.I.R. LTDA. (SUMTEC EIRLTDA) y a través de dicho personaje se realizaron varias operaciones de demostraciones que luego se concretaron en ventas.


TRAICION DE KARINA GONZALEZ ROBLEDANO Y MERCY ALIAGA GONZALEZ

Karina Eulalia González Robledano y Mercy Gisella Aliaga Valles traicionaron mi confianza, quienes junto con Julio Javier Oswaldo Campos Bolívar se asociaron para realizar instalaciones clandestinas del software de mi propiedad cosa que al descubrirlo les llame la atención sin realizar las denuncias que correspondían. Sin embargo las aparte de mi entorno de confianza y proseguí con mis actividades.

La lista de oportunistas iba en crecimiento:

CUENTENOS SU CASO

Libérese y deje que la sociedad juzgue